El planeta cuenta con una gruesa atmósfera formada por una mezcla de hidrógeno y helio que puede representar hasta un 15% de la masa planetaria. Urano (como Neptuno) es en muchos aspectos un gigante gaseoso cuyo crecimiento se interrumpió sin haber acumulado las grandes masas de gases de los planetas gigantes interiores Júpiter y Saturno.
El interior de Urano no es propicio para la vida, ya que la presión y el frío son extremos, además de que los rayos del Sol no traspasan poco más de unos cientos de metros la atmósfera.
Los anillos de Urano
Urano también posee un sistema de anillos. En 1977 se descubrieron los cinco primeros, llamados Alpha, Beta, Gamma, Delta y Epsilon, comenzando por el anillo más interno. En 1986 se descubrieron cuatro anillos más, y actualmente ya se han descubierto once en total.
Los anillos de Urano son diferentes de los de Júpiter y Saturno, pues son más tenues y están compuestos de partículas oscuras. El anillo más alejado los cinco primeros, denominado Epsilon, está formado por grandes rocas de hielo y su coloración es gris.
Se piensa que podría existir un gran número de anillos estrechos o posiblemente incompletos, con anchos que no superan los 50 metros. Los anillos fueron observados directamente por la sonda espacial Voyager 2 en su paso por el sistema de Urano en 1986.
Gracias a las imágenes obtenidas por astrónomos de la Universidad de Berkeley, con el sistema de infrarrojos ópticos adaptativos del telescopio Keck, ubicado en Hawái, se ha descubierto que Urano tiene un anillo de color azul y otro de color rojo, similares a los de Saturno. Los anillos azules son una rareza planetaria, mientras que el rojo es el color habitual de todos los demás.
El brillo de Urano alcanza una magnitud de entre +5,5 y +6,0, por lo que puede ser observado a simple vista de manera muy tenue en un cielo excepcionalmente oscuro, aunque puede encontrarse con facilidad con simples binoculares. Desde la Tierra presenta un diámetro aparente de 4": para apreciarlo cómodamente se necesitan más de 100 aumentos, apareciendo en el telescopio como un borroso disco de color verdoso o amarillento con los bordes más oscuros. En la mayoría de los telescopios profesionales no pueden destacarse detalles sobre su disco, pero gracias a la revolución de la fotografía astronómica digital es posible obtener fotometría diferencial de las latitudes del planeta con telescopios relativamente modestos. La utilización de técnicas de óptica adaptativa en algunos de los mayores telescopios del mundo como el telescopio Keck han permitido obtener algunas de las mejores imágenes de este planeta mostrando multitud de detalles en su revitalizada atmósfera.
Sus satélites mayores y externos pueden apreciarse con dificultad con telescopios de 20 cm, a condición de contar con cielos oscuros; instrumentos de 30-40 cm de diámetro permiten apreciar los cuatro más brillantes sin mucha dificultad. Sin embargo una cámara CCD acoplada a cualquier telescopio pequeño (20-25 cm) permite su captura y seguimiento.