Europa
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Luna Europa
Europa es el menor de los cuatro satélites galileanos. La composición de Europa es parecida a la de los planetas terrestres, estando compuesta principalmente por rocas silíceas. Tiene una capa externa de agua de unos 100 km de espesor (parte como hielo en la corteza, parte en forma de océano líquido bajo el hielo). Datos recientes sobre el campo magnético observado por la sonda Galileo indican que Europa crea un campo magnético a causa de la interacción con el campo magnético de Júpiter, lo que sugiere la presencia de una capa de fluido, probablemente un océano líquido de agua salada. Puede que también tenga un pequeño núcleo metálico de hierro.

Características de Europa
La superficie de Europa es muy lisa. Se han observado pocos accidentes geográficos de más de unos cientos de metros de altura. Las importantes marcas entrecruzadas de la superficie de Europa parecen estar causadas por las diferencias de albedo, con escaso relieve vertical. Hay pocos cráteres en Europa, sólo tres cráteres mayores de 5 km de diámetro. Pwyll, de 39 km de diámetro, es el más conocido. El albedo de Europa es uno de los mayores de todas las lunas. Esto podría indicar una superficie joven y activa; basándose en estimaciones sobre la frecuencia del bombardeo de cometas que probablemente soporta Europa, su superficie no puede tener más de 30 millones de años. El poco relieve y las marcas visibles en la superficie de Europa se asemejan a la de un océano helado de la Tierra, y se piensa que bajo la superficie helada de Europa hay un océano líquido que se mantiene caliente por el calor generado por las mareas de Júpiter. La temperatura de la superficie de Europa es de 110 K en el ecuador y de solo 50 K en los polos, con lo que el agua helada de la superficie es dura como una roca. Los mayores cráteres parecen estar rellenos de hielo nuevo y plano; basándose en esto y en la cantidad de calor generado en Europa por las fuerzas de marea, se estima que la corteza de hielo sólido tiene un espesor aproximado entre 10-30 km, lo que puede significar que el océano líquido pueda tener una profundidad de 90 km. A partir de observaciones a distancia, los astrónomos saben que el azufre está presente en el hielo de Europa. El azufre se origina en los volcanes de Io, la luna de Júpiter, a continuación, se ioniza y se transporta a Europa, donde se incrusta en el hielo que con el azufre adicional podría venir del oceáno que es lo que se cree que se encuentra bajo la superficie de Europa.

Fisuras de hielo en Europa
Detalle de las lineas que se creen fisuras sobre el hielo de la superficie de Europa -foto Galileo NASA-

La característica más llamativa de la superficie de Europa son una serie de vetas oscuras que se entrecruzan por toda la superficie de la luna. Estas vetas se asemejan a las grietas del hielo marino en la Tierra. Un examen detallado muestra que las orillas de la corteza de Europa a cada lado de las grietas están desplazadas de su posición original. Las mayores franjas tienen unos 20 km de un lado a otro con difusas orillas externas, estriaciones regulares, y una franja central de material más claro, que se cree que se ha originado por una serie de erupciones volcánicas de agua o géiseres al abrirse la corteza y quedar expuestas las capas más cálidas del interior. El efecto es similar al observado en la Tierra en la cordillera dorsal oceánica o zona rift. Se cree que estas fracturas se han producido en parte por las fuerzas de marea ejercidas por Júpiter. Se piensa que la superficie de Europa se desplaza hasta 30 metros entre la marea alta y baja. Puesto que Europa está anclada por la marea (en marea muerta como la luna respecto a la tierra) con Júpiter y siempre mantiene la misma orientación hacia el planeta los patrones de fuerzas deben seguir un patrón distintivo y predecible. Sólo las fracturas más recientes de Europa parecen ajustarse a este patrón predecible. Otras fracturas parecen haber ocurrido en orientaciones cada vez más diferentes, cuanto más antiguas son. Esto podría explicarse si la superficie de Europa hubiese rotado ligeramente más rápido que su interior, un efecto que es posible ya que el océano desacopla la superficie de la luna de su manto rocoso y al efecto remolque de la gravedad de Júpiter sobre la corteza exterior de la luna. Comparaciones de las fotos del Voyager y de la sonda Galileo sugieren que la corteza de Europa rota como mucho una vez cada 10,000 años con relación a su interior.

Superficie congelada de Europa
Fotografía en alta resolución donde se puede observar en detalle las pecas o superficies lenticulares -foto Galileo NASA-

Otra característica presente en la superficie de Europa son las "pecas" o superficies lenticulares, circulares o elípticas. Muchas son bóvedas, otras hoyos y otras manchas oscuras lisas. Otras tienen unas textura desigual. La superficie de las cúpulas parecen trozos de las llanuras más antiguas que los rodean y que hubiesen sido empujados hacia arriba. Se piensa que se formaron a partir de bloques de hielo más calientes que ascendieron respecto al hielo más frío de la corteza, de forma similar a lo que ocurre con las cámaras de magma en la corteza terrestre. Las manchas oscuras lisas pueden haberse formado por agua líquida que ha escapado del interior cuando se fractura la superficie de hielo. Y las pecas irregulares (llamadas regiones de "caos", por ejemplo Conamara) parecen haberse formado a partir de muchos pequeños fragmentos de corteza sobre manchas oscuras lisas, como icebergs en un mar congelado.
Oxígeno en Europa
Extraordinaria fotografía del Hubble, donde se aprecia el tono azulado que provoca el oxigeno de la atmósfera de Europa -foto Hubble NASA-

Recientes observaciones del Telescopio espacial Hubble indican que Europa tiene una atmósfera muy tenue (10-11 bares de presión en la superficie) compuesta de oxígeno. De las lunas del sistema solar, sólo cinco de ellas (Io, Calisto, Ganímedes, Titán y Tritón) se sabe que tienen atmósfera. A diferencia del oxígeno de la atmósfera terrestre, el de la atmósfera de Europa es casí con toda seguridad de origen no biológico. Más probablemente se genera por la luz del sol y las partículas cargadas que chocan con la superficie helada de Europa, produciendo vapor de agua que es posteriormente dividido en hidrógeno y oxígeno. El hidrógeno consigue escapar de la gravedad de Europa, pero no así el oxígeno.

La sonda Galileo ha revelado que Europa tiene un campo magnético débil (alrededor de 1/4 de la intensidad del campo magnético de Ganímedes y similar al de Calisto) y lo que es más interesante, que varía periódicamente al atravesar el intenso campo magnético de Jupiter. El 2 de marzo de 1998 la NASA anunció, a partir de los datos enviados por Galileo, el descubrimiento de evidencias de que hay un material conductor bajo la superficie de Europa, lo más probable un océano salado. Las pruebas espectrográficas sugieren que las zonas rojizas oscuras y otras características de la superficie de Europa parecen ser ricas en sales como el sulfato de magnesio, probablemente depositadas por el agua que emerge del interior al evaporarse. Las sales habitualmente son incoloras o blancas, por lo que debe haber otra sustancia presente que contribuya a dar el color rojizo, se cree que sea sulfuro (¿quizás proveniente de Io?) o compuestos de hierro.

¿Vida en Europa?

Europa desde el suelo
Representación artística de Joe Bergeron que nos puede dar una idea de la visión desde una de las recién abiertas grietas sobre la corteza helada de Europa -cortesía de Joe Bergeron-

Se ha imaginado que puede existir vida en este hipotético océano bajo el hielo, tal vez sustentada en un entorno similar a lo que en las profundidades de los océanos de la tierra son las chimeneas volcánicas o como ocurre con el Lago Vostok en la Antártida. No hay evidencias que sustenten esta hipótesis, no obstante se han hecho esfuerzos para evitar cualquier posibilidad de contaminación. La misión Galileo concluyó en septiembre de 2003 con la colisión de la astronave en Júpiter, si se hubiese abandonado sin más la nave no esterilizada, podría haber colisionado en el futuro con Europa, contaminándola con microorganismos terrestres. La introducción de estos microorganismos hubiese hecho casi imposible determinar si Europa había tenido alguna vez su propia evolución biológica, independientemente de la Tierra. Algunos estudios sugieren que sus océanos son demasiado ácidos para sustentar la vida. No obstante de momento todo son hipótesis y se necesitarán más investigaciones para confirmarlo.
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