OBSERVAR EL CIELO, HOY
Los modernos aficionados a la astronomía disfrutan de los impresionantes avances que ha experimentado esta ciencia desde principios del siglo pasado.
Hoy día mucha gente escudriña el cielo como una actividad meramente lúdica, algo que hacen sólo por placer. Los aficionados a la astronomía, que se lo toman más en serio, son más tenaces y, además de observar, anotan minuciosamente sus datos e impresiones en un cuaderno.
La idea generalizada de que los astrónomos profesionales se distinguen por el equipo que utilizan está cada vez más alejada de la realidad, ya que, hoy por hoy, los aficionados también tienen acceso a potentes ordenadores y cámaras digitales.
Ambas categorías de astrónomos, aficionados y profesionales, son los verdaderos artífices de la mayor parte del trabajo que cimenta la base de cada nuevo descubrimiento casual que da origen a las noticias. Estos hallazgos demuestran el punto de desarrollo al que han llegado nuestros conocimientos sobre el universo a lo largo de los últimos 100 años.
Los telescopios de más envergadura han desempeñado un papel fundamental en este desarrollo, ya que, con sus sofisticados detectores, han alcanzado un grado de precisión milimétrica en la observación del cielo. En las postrimerías del siglo XIX, los astrónomos acostumbraban a registrar sus experiencias en placas fotográficas. Actualmente los observatorios más importantes del mundo utilizan detectores electrónicos, como los CCD (dispositivos de doble carga), aunque sin abandonar del todo el uso de fotografías.
La historia de estos mastodónticos instrumentos comienza en el año 1900, cuando el telescopio más grande del mundo era el refractor, de 1 m de diámetro, del Observatorio de Yerkes, en Williams Bay (Wisconsin). En 1917, en Monte Wilson (California), funcionaba uno de 1,5 m; en Victoria (British Columbia) se creó otro de 1,8 m y, también en Monte Wilson, se construyó un poderoso catalejo de 2,5 m , culminado en 1948 con la inaguración del telescopio Hale, de 5 m, en Monte Palomar (California). Todos ellos logran perforar las profundidades del cielo.
Los años sesenta y setenta vieron proliferar los grandes telescopios, sobretodo en el hemisferio meridional, y la instalación de radiotelescopios. Durante los años setenta y ochenta nacieron los pequeños telescopios, que utilizaban diferentes longitudes de onda de luz: infrarrojos, ultravioletas, rayos X y rayos gamma. Esta fase de desarrollo culminó, en 1990, con el lanzamiento (y su espectacular reparación en 1993) del telescopio espacial Hubble.
LOS LÍMITES EXTERIORES
¿Qué nos han revelado estos instrumentos? Si hasta principios del siglo pasado creímos vivir en el centro del nuestra galaxia, en 1920 Harlow Shapley nos envió a un extremo de la misma y, en 1929, Edwin Hubble nos enseñó que éramos parte de un universo en expansión. En 1930, Clyde Tombaugh amplió el sistema solar con el fichaje del recién descubierto Plutón y, después de la segunda guerra mundial, el trabajo de Walter Baade nos mostró que el universo era casi el doble de lo que se había creído hasta entonces.
Desde entonces, los límites exteriores del universo se han ido ampliando continuamente. El hito más importante se dió en 1963, cuando Maarten Schmidt detectó el primero de los numerosos quásars, los núcleos de energía intensa de las remotas galaxias. Durante los años ochenta, los astrónomos descubrieron la distribución, en forma de burbuja, de cúmulos de galaxias en el espacio.
Arno Penzias y Robert Wilson descifraron, en 1965, una clave del origen del universo - la radiación de fondo de microondas-, mientras que, en 1992, el telescopio satélite COBE descubrió, en esta radiación, la pálida huella del origen de las galaxias.
El descubrimiento en 1995 del primer planeta extrasolar abrió una nueva etapa en la historia de la astronomía y desde entonces el número de otros planetas alrededor de estrellas diferentes al Sol no ha parado de aumentar y casi cada semana se anuncia un nuevo planeta extrasolar. Además de los últimos descubrimientos sobre la materia oscura y el descenso de la Sonda Huygens sobre Titán en 2005 completan los últimos hitos más importantes de la astronomía. Estamos en una nueva era, como cuando Colón descubrió América y nosotros somos los privilegiados de vivir en una época en la que queda aún mucho por descubrir del océano cósmico. Grandes sorpresas y asombrosos descubrimientos nos aguardan.